Apreciados congresistas:
En momentos en que nuestra sociedad enfrenta tiempos desafiantes, debemos renovar nuestros votos por una democracia sólida. En eso no podemos caer en equívocos: la democracia es la única garantía real para que nuestra libertad, de la mano de una cultura de legalidad, genere las condiciones para que todos podamos salir adelante y en donde nuestras diferencias se resuelvan de manera civilizada y respetando los derechos de cada una de las partes. COLOMBIANOS, la justicia social no es compatible con el autoritarismo, ni con el populismo, ni con la violencia, ni con cualquier forma de totalitarismo. Las instituciones republicanas existen justamente para evitar la concentración del poder, para que las aspiraciones sociales sean tramitadas de manera libre y donde imperen la libertad y el orden, para que el ser humano no retroceda a los tiempos de la ley del más fuerte. 
Hoy, más que nunca, debemos entender que la fortaleza de la democracia es el espacio de la justicia social. Nuestra Constitución, que ya cumple 30 años, es la garantía de nuestros derechos, una fuente de nuestros deberes y la brújula, que define un Norte para que como país podamos navegar las aguas cambiantes de la historia, en ORDEN, y sin que nadie se quede atrás. 
 Protesta pacífica sí; violencia no
SABEMOS Y ENTENDEMOS QUE HAY DEUDAS HISTÓRICAS QUE SALDAR, QUE SON MUCHAS LAS FRUSTRACIONES QUE COMO SOCIEDAD SENTIMOS, PERO LA SOLUCIÓN LA ENCONTRAMOS TRABAJANDO EN EQUIPO, MIRÁNDONOS A LOS OJOS, TENDIÉNDONOS LA MANO PARA CONSTRUIR Y NO DESTRUIR.Como sociedad, debemos entender que el derecho a la protesta pacífica se protege, se respeta y se garantiza. Pero no existe el derecho a interrumpir las oportunidades de vida de los demás. No existe el derecho a impedir que una persona llegue a su trabajo, acceda a los servicios de salud o se le prive de tener comida en su mesa, esa obstrucción es un delito, sin ambivalencias, sin licencias morales. Y, óiganmelo bien, los bloqueos no son cortes de ruta; los bloqueos son cortes de vida, no hacen valer ningún derecho, solo hacen valer la ambición de los agitadores que se quieren beneficiar del caos. 

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En momentos en que nuestra sociedad enfrenta tiempos desafiantes, debemos renovar nuestros votos por una democracia sólida. En eso no podemos caer en equívocos: la democracia es la única garantía real para que nuestra libertad, de la mano de una cultura de legalidad, genere las condiciones para que todos podamos salir adelante y en donde nuestras diferencias se resuelvan de manera civilizada y respetando los derechos de cada una de las partes. COLOMBIANOS, la justicia social no es compatible con el autoritarismo, ni con el populismo, ni con la violencia, ni con cualquier forma de totalitarismo. Las instituciones republicanas existen justamente para evitar la concentración del poder, para que las aspiraciones sociales sean tramitadas de manera libre y donde imperen la libertad y el orden, para que el ser humano no retroceda a los tiempos de la ley del más fuerte. 
Hoy, más que nunca, debemos entender que la fortaleza de la democracia es el espacio de la justicia social. Nuestra Constitución, que ya cumple 30 años, es la garantía de nuestros derechos, una fuente de nuestros deberes y la brújula, que define un Norte para que como país podamos navegar las aguas cambiantes de la historia, en ORDEN, y sin que nadie se quede atrás. 
 Protesta pacífica sí; violencia no
SABEMOS Y ENTENDEMOS QUE HAY DEUDAS HISTÓRICAS QUE SALDAR, QUE SON MUCHAS LAS FRUSTRACIONES QUE COMO SOCIEDAD SENTIMOS, PERO LA SOLUCIÓN LA ENCONTRAMOS TRABAJANDO EN EQUIPO, MIRÁNDONOS A LOS OJOS, TENDIÉNDONOS LA MANO PARA CONSTRUIR Y NO DESTRUIR.Como sociedad, debemos entender que el derecho a la protesta pacífica se protege, se respeta y se garantiza. Pero no existe el derecho a interrumpir las oportunidades de vida de los demás. No existe el derecho a impedir que una persona llegue a su trabajo, acceda a los servicios de salud o se le prive de tener comida en su mesa, esa obstrucción es un delito, sin ambivalencias, sin licencias morales. Y, óiganmelo bien, los bloqueos no son cortes de ruta; los bloqueos son cortes de vida, no hacen valer ningún derecho, solo hacen valer la ambición de los agitadores que se quieren beneficiar del caos. 

Colombianos:
Permitir que se violen los derechos de todos es anarquía, y en un país de anarquía, de caos y de odio solo prosperan la violencia y el dolor. Allí no hay esperanza. Allí no se resuelven los problemas por los cuales muchos protestan. Por el contrario, se profundizan cuando se destruye el patrimonio público, la propiedad privada y los empleos. Por eso, por encima de cualquier cosa, somos una nación cimentada en el orden constitucional, que es todo lo contrario a la anarquía.
La violencia tampoco es un concepto abstracto. La violencia se hace realidad en las acciones de personas de carne y hueso, que en lugar de consensos buscan rupturas, que en lugar de alternativas proponen abismos, que, en lugar de unión, dividen. Por eso, debemos rechazar la violencia venga de donde venga. Y quiero dejar claro que nuestra Fuerza Pública está sujeta a los más altos estándares en materia de derechos humanos y, por eso, al tiempo, la respaldamos, la FORTALECEMOS y le exigimos. 
La respaldamos, porque nuestros soldados y policías son hijos, hijas, hermanos, padres y madres que están dispuestos a entregar la vida por defender lo que somos y lo que podemos ser. La fortalecemos, porque las amenazas son muchas y diversas, y deben ser enfrentadas con la fuerza racional y legítima del Estado. Y les exigimos, porque cada uno de esos hombres y mujeres está capacitado para actuar dentro del marco de la Constitución y la ley. Y, óigase bien, la legitimidad de la Fuerza Pública reside en su apego a los derechos humanos, en la proporcionalidad de su respuesta y en que, sin importar las condiciones del momento, su única pasión es la de defender los valores de la patria.