Fracaso de la cumbre con Corea del Norte y el testimonio de su exabogado truncan posible reelección.
Para los electores de Trump, quizás lo más inquietante es el crecimiento de la economía, que apenas llegó al 2,6 %.
Esta semana pasará sin duda a la historia como una de las peores en la presidencia de Donald Trump. Tras invertir gran cantidad de capital político en las negociación con Corea del Norte y viajar más de 20 horas para una segunda cumbre con Kim Jong-un en Vietnam, el mandatario de EE. UU. cerró abruptamente las negociaciones ante la falta de acuerdos sobre la desnuclearización en esta península y regresó a Washington con las manos vacías.
Entre tanto, durante una audiencia en el Congreso, su exabogado Michael Cohen se robó toda la atención con un explosivo testimonio en el que pintó a Trump como un truhán y ofreció nueva evidencia que podría expandir su ya extensa lista de posibles líos con la justicia.
Como si fuera poco, la Cámara de Representantes aprobó una resolución en la que declara nula la declaración de emergencia nacional invocada por Trump hace pocos días con el fin de obtener los recursos que necesita para construir un muro en la frontera con México.
Y, para rematar, los nuevos indicadores publicados este jueves muestran que el crecimiento económico del país, uno de los puntos altos del mandato de Trump, cayó al 2,6 por ciento a finales del año pasado y señalan una tendencia semejante en este 2019.
“Fue como una moñona de malas noticias y por primera vez se juntaron elementos que suelen pesar mucho en la mente de los votantes: menos prosperidad, más prospectos de una guerra y serias preguntas sobre el carácter del presidente”, dice Ed Rogers, analista político republicano que trabajó con Ronald Reagan y George H. Bush.
Aunque todos los temas son delicados, el económico es quizá el que más pesa. Desde su llegada a la Casa Blanca, el país había estado creciendo por encima del 3 por ciento y por momentos, incluso, del 4.
Algo que, de haberse mantenido, abría las puertas para una posible reelección en el 2020, pues no hay un tema que más influya en la política de EE. UU. que el estado de la billetera. Y también porque pone en entredicho la noción de que a Trump todo se le puede perdonar mientras responda con la economía.
Pero, sin duda, el más visible de los fracasos de la semana fue la debacle de la cumbre en Hanói. De acuerdo con la Casa Blanca, Trump abandonó la cita a mitad de camino luego de que los norcoreanos exigieron el levantamiento de todas las sanciones económicas a cambio del desmantelamiento de solo una parte de su arsenal nuclear.
El régimen comunista, por su parte, lo niega y dice que el impase lo provocaron las demandas de última hora del asesor de Seguridad Nacional, John Bolton. Y, aunque la mayoría de analistas e incluso opositores del presidente dicen que estuvo en lo correcto, pues es preferible no llegar a un acuerdo que firmar un mal pacto, lo critican por su falta de preparación e ingenuidad.
Para Richard Hass, presidente del Consejo para las Relaciones Internacionales, Trump jamás debió viajar a Vietnam si no existía ya un acuerdo sobre la mesa.
“El presidente dejó ver lo mucho que quería un acuerdo. Los norcoreanos interpretaron eso como un signo de debilidad y por eso optaron por incrementar sus demandas”, dijo Hass, que en el pasado fue negociador de EE. UU. en delicados conflictos como el de Irlanda del Norte.
Así mismo, dice el analista, el presidente aún no ha entendido que su carisma personal y experiencia en concretar negocios inmobiliarios no tienen el mismo efecto en este tipo de encuentros en que hay mucho más en juego. También le critican que le haya dedicado dos encuentros a un brutal dictador sin que hasta ahora tenga mucho que mostrar.
El efecto Cohen
Ya de regreso en el Air Force One, Trump tuvo que encajar toda una serie de golpes de quien fue su mano derecha por más de una década. En la audiencia ante el Congreso, Cohen describió al presidente como un “racista, tramposo y estafador” que a lo largo de los años lo mandó a amenazar a más de 500 personas, además de presentar evidencias de los pagos que le hizo Trump, de su puño y letra, para comprar el silencio de dos mujeres que decían haber tenido relaciones extramatrimoniales con él. Además, ofreció nueva información sobre una serie de temas que, de comprobarse, podrían descarrilar su eventual reelección.
Por ejemplo, dijo que el presidente sí tuvo conocimiento previo de una reunión durante la campaña del 2016 entre su hijo y personas cercanas al Kremlin, en la cual ofrecieron información comprometedora sobre Hillary Clinton, su rival en esos comicios.
Así mismo, que Roger Stone, uno de sus asesores en esa contienda, le informó de sus contactos con Julian Assange, el fundador de WikiLeaks, y sus planes de hacer público material jaqueado de los ordenadores del partido Demócrata. Y que estuvo muy metido en negociaciones con rusos para la construcción de un complejo hotelero en Moscú cuando ya era el candidato del partido Republicano a las presidenciales.
Trump lo niega todo. Y tanto él como sus aliados en el Congreso atacaron la credibilidad de Cohen, alegando que es un criminal a punto de pagar una condena de tres años precisamente por mentirle al legislativo y otra serie de ofensas tributarias.
Aun así, la ‘confesión’ de uno de los hombres más cercanos a Trump causó una nueva tormenta que ya está generando consecuencias. Los demócratas han agendado nuevas audiencias con Cohen para la semana que viene, y basados en su testimonio han reclamado la comparecencia de personas cercanas al presidente para que respondan nuevos interrogatorios. Y si bien es improbable que de esto salga evidencia suficiente como para plantear un juicio de destitución, sí es un espejo de lo que le espera a Trump ahora que la oposición controla una de las cámaras del Congreso. Sin duda vendrán mejores semanas para el presidente. Esta, sin embargo, fue una para olvidar.
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AGENCIA REUTER