

Luis García Quiroga
La lección aprendida nos da la medida de la grandeza de corazón y mentalidad futurista de la generación de los años 30 que hizo posible el paso de aldea a ciudad y nos legó además de grandes obras, el espíritu de libertad y pensamiento crítico.
Ellos pensaron en nosotros. Nosotros, con contadas excepciones, solo pensamos en nosotros. Hoy casi todo es con cálculo político, por intereses personales; o cortoplacistas; o a la medida del hoy sin mañana, como el viaducto, que se nos quedó corto; sin un carril para el Megabús.
Es patético, pero es la verdad. En gran medida porque, “Se volvió ciudad mi pueblo pequeño” como lo advirtió tempranamente el poeta González Mejía. La industria de la construcción muestra que más del 25% de las ventas de vivienda nueva son inversiones fuera de Pereira, especialmente de Bogotá. Ello acarrea el desarraigo de lo esencial pese a las encuestas donde el 83% se siente muy pereirano.
Se sienten pereiranos –y eso es bueno – pero el crecimiento urbano del área metropolitana hace compleja la inserción social al estilo de lo que la ciudad vivió de los años 30 al 70 incluso los 80. Ya casi no conocemos a nadie en la calle, en un restaurante o en un bar.
De la ley de la selva solo nos salvará un proceso de Cultura Ciudadana como el iniciado por la Sociedad de Mejoras en asocio de la Alcaldía y Cámara de Comercio con el apoyo financiero de empresarios, ojalá sostenible en el tiempo.
En el intento de hacer de Pereira una urbe moderna en su comportamiento social, hay dos factores amenazantes: 1) La ajenidad de la ciudad escindida que se está formando en Cerritos. A Lisandro López le escuché la palabra “otredad” y me parece apropiada; y 2) la bomba social que crece cada día en sectores de Dosquebradas y barrios del nororiente de Pereira.
No es necesario ser sociólogo para entender que esa marginalidad, esa brecha social, es lo más parecido a la comuna 13 de Medellín. He ahí las dos caras de la moneda social de la Pereira de hoy. Deberíamos saber que solo la educación, la cultura y el trabajo, transforman.
Sin Dosquebradas el proceso de Cultura Ciudadana, fracasa. Los objetivos sustanciales de legalidad, moralidad y costumbre, que inspiran la filosofía del comportamiento social, exige inserción y masa crítica. Un reto supremo para los alcaldes de ambas ciudades. Garcíaquirogapress@gmail.com