s imperativo el consenso político
Por:Luis García Quiroga2022-06-22413
El primer paso hacia la unidad nacional e incluso regional y local, es el diálogo hacia el consenso de las partes que tienen el mapa político dividido y enfrentado.
No miente el espejo electoral del pasado domingo. Desde el 2 de octubre de 2016 en el Plebiscito por la Paz, el mapa del país quedó miti-miti.
De allí que, una vez aceptado el resultado, en medio de la diferencia, surgen las posturas del vencedor invocando un acuerdo nacional; y del vencido anunciando colaboración y los congresistas tras la puja del control político en los cargos del capitolio.
Sanar heridas y avanzar es el mejor esfuerzo hacia los consensos que plantea el nuevo presidente de Colombia, porque según el Eclesiastés, todo tiene su tiempo. Es el momento de ser políticamente correctos y políticamente inteligentes.
Del mismo modo, en nuestras ciudades, los egos, conflictos y desacuerdos son palos en la rueda que impiden avances a buen ritmo porque esas desinteligencias, arrogancias y conveniencias, hacen inviables los diálogos y las sinergias con los contrarios.
Buena parte de las crisis políticas nacen porque prevalecen exclusión, sectarismo, codicia y odio. Nos olvidamos del otro, de los consensos y de los tiempos para cada cosa.
Consenso es escuchar y actuar con asertividad y sin prejuicios. Es ser magnánimo con el poder y los espacios. Es apostarle a la gobernabilidad porque ganar no es aplastar o excluir.
El país espera que Petro deje de ser el guerrero que inició su lucha subversiva aquel 19 de abril de 1970 y luego en el gobierno Barco se acogió al proceso de paz que en 1990 hizo del M19 un partido político que logró 19 curules en la Asamblea Nacional que hizo la actual Constitución de 1991 en el gobierno Gaviria.
Se espera entonces que Petro adopte un nuevo estilo acorde a su investidura de gobernante. Atrás debe quedar el guerrero. El país y la historia necesitan un estadista con grandeza.
Igual, si en los escenarios local y regional tuviéramos menos politiquería y más liderazgo positivo con la gobernabilidad que exigen los nuevos tiempos, tendríamos más justicia social, más desarrollo en equidad, menos violencia. En síntesis, más política al servicio de la gente.
Ser líder exige despojo de egos para poder ver el horizonte más allá de la nariz.
Estamos cortos de visión futurista. Hay que superar la premodernidad y el anacronismo de muchas de nuestras instituciones. Son grandes las reformas al Estado pendientes en justicia, salud, educación, seguridad social y el asunto agrario, entre otras.
Ese escenario requiere liderazgos transformadores en la política, la academia, el servicio público y en el sector privado.
No es politiquería. Es política, y en un Estado, la política es todo.