Defendamos Nuestro Patrimonio Cafetero, por Jorge Ivàn Ramìrez Cadavid

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Se exaltó con esta declaratoria el impacto de un gremio que aportó al desarrollo del país. Para ese entonces, junio de 2011 se esperaba que la región y el país tuvieran un mejor reconocimiento internacional, y que de paso los habitantes de la zona cafetera de Caldas, Quindío, Risaralda y Valle del Cauca generaran mayor apropiación y valoración de la riqueza cultural, arquitectónica, natural y productiva de estas tierras.

Es una región extensa: 51 municipios que comprenden cerca de 24 mil fincas cafeteras, donde habita una población estimada de 80 mil personas.

A partir de ese momento entre la institucionalidad y el gremio se empezó a trabajar para darle aplicación a esa declaratoria, adaptar el territorio  y a sus protagonistas para afrontar el reto de atender visitantes de todo el orbe y difundir la cultura cafetera como la conocemos, contando con un aporte fundamental de la academia.

Las circunstancias de oferta y demanda, de precios internacionales y de sustentabilidad de los cafetales hoy han evolucionado para bien y para mal: para bien porque el sector turismo se ha fortalecido porque numerosas familias cafeteras decidieron lanzarse a atender turistas y convirtieron sus fincas en hospedajes o centros de atención de visitantes para enseñarles nuestra cultura y llevarlos a que vivan las experiencias memorables que promete nuestro Paisaje Cultural Cafetero. Se han invertido recursos en adaptación y señalización y tecnología para la visibilidad de esta zona y sus gentes.

Para mal porque son también numerosas las familias que afrontan dificultades para mantener sus fincas con lo poco que reciben al comercializar el grano. Además, no hay relevo generacional y es más difícil transmitir esos conocimientos. Si los cafeteros no reciben un valor justo por lo que producen, si quienes realmente sostienen el Paisaje Cultural Cafetero no avanzan en la cadena de valor, será muy difícil continuar.

Este es un problema estructural que no se puede solucionar desde los comités conformados para sostener el Paisaje Cultural Cafetero, pero se están diseñando acciones que de a poco pueden aportar: programas de cafés especiales, de mujeres cafeteras, de turismo sustentable, de defensa de nuestro patrimonio. Son acciones que se ven pequeñas ante el inmenso problema de viabilidad del sector cafetero, pero son eso: ¡acciones!.

El trabajo, los esfuerzos y la articulación se deben encaminar a mejorar no solo los cafetales, pues su renovación es indispensable para mantener la producción. Es urgente que el Gobierno y las instituciones cafeteras garanticen un mínimo de rentabilidad para que la Caficultura, ese renglón de la economía con el que supervivimos, no desaparezca.