Hace 70 años la generación más emprendedora y visionaria de la historia de Pereira nos legó un aeropuerto que, pese a las exigencias modernas, los pereiranos hemos mejorado, pero si no tenemos cuidado, AeroMatecaña se puede convertir en un lastre para la ciudad.
Sin el Aeropuerto Internacional Matecaña no tendríamos la misma importancia nacional e internacional. Pero, todo tiene su cuarto de hora de actualidad y es hora de revisar esa realidad de hoy con el fin de evitar que la emoción de lo recibido nos haga ciegos ante las limitantes que se avizoran.
Por esa razón sustantiva, la iniciativa del gerente Francisco Valencia de prender alertas tempranas sobre las barreras técnicas que ponen a Aeromatecaña de cara a un futuro incierto, surge el deber cívico y la obligación política superior de asegurarle a la ciudad la primacía de la continuidad del servicio eficiente, moderno y útil de la operación aeroportuaria regional.
Hemos conocido los estudios que AeroMatecaña ha gestionado y en los cuales el peso de las exigencias técnicas de ampliación de pista y plataformas hacen que, por fortuna, ahora tengamos la voluntad política de una integración con el aeropuerto de Santa Ana en Cartago, tal como lo han acordado los alcaldes Carlos Maya y Víctor Álvarez con el propósito de crear una zona económica y logística especial. Es un proyecto potente.
Matecaña seguirá ahí, pero el gerente Valencia y el alcalde Maya deberán socializar esta nueva realidad con lideres de opinión y ciudadanía en general evitando especulaciones. Así lo hicimos con la APP.
Este tema debemos excluirlo de la próxima campaña política a la alcaldía. Si lo hubiéramos hecho en la campaña política de 2007, el Acuerdo del Concejo de Cartago en 2006 aprobando la venta del 62% del Santa Ana a Pereira, nos habríamos ahorrado 15 años de tiempo y dinero. La tendencia de los aeropuertos modernos exige más pistas y plataformas que sofisticada terminal de pasajeros.
El nuevo reto de los pereiranos se conecta con el pensamiento socrático de revisar los fundamentos de nuestra realidad, su procedencia y consistencia lógica. Los servicios en el Estado moderno, con ciudades megas y fronteras invisibles, deben ser integrales y regionales.
Enamorarse de lo que tenemos es bueno, pero puede terminar en el despecho de haber perdido el cariño verdadero por no atrevernos a evitar su pérdida por obsolescencia. De cara al futuro, los pereiranos debemos dejar el vicio de mirarnos el ombligo, que tanto daño nos hace.
La perdiz es un ave de corto vuelo. Setenta años de Aeromatecaña exigen una mirada en prospectiva, con un ambicioso y soñador vuelo de águila porque en 20 años Pereira no será la misma ni las necesidades iguales.
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