POR: LUIS ALBERTO FIGUEROA
T.P. 0222 DEL MEN COLOMBIA
El caso de la patrullera de la Policía Nacional que el pasado 18 de diciembre fue capturada por presuntamente pertenecer a una red de trata de personas en Cartagena es doloroso.
La lucha que la ciudad y las autoridades vienen librando contra la esclavitud sexual, singularmente de niñas, niños y adolescentes es, indispensable y en ese proceso la Policía Nacional ha jugado y juega un rol determinante.
Que pudo haber pasado en la mente y en la vida de una persona que, según se ha informado, hizo parte de la división de infancia y Adolescencia en la Metropolitana de Cartagena, para que, en vez de volverse una precursora de la defensa de los menores de edad, presuntamente se inmiscuyera en una empresa criminal tan denigrante, plétora de situaciones escabrosas.
A la patrullera le fue dictada medida de seguramiento por los delitos de inducción a la prostitución de menores de edad y trata de personas , junto a una ciudadana extranjera a la que, además, se le adicionaron las imputaciones de presunto uso de menores de edad para la comisión de delitos y tráfico de estupefacientes.
Como en los señalamientos está la inducción a la prostitución a menores, especialmente en Cholón y las Islas del Rosario, de conformarse la comisión de estas conductas, no cabrían ya dudas sobre el destino en que está derivando la zona insular del Distrito.
Hemos insistido en la rebacle en que se convirtió Cholón. .
Ahora, igual rumbo están tomando las Islas del Rosario, lo que seguramente se agravará ahora que Bogotá está en línea de convertir a ese archipiélago en tierra de nadie.
Pero, más allá del caso concreto, cabría un debate a fondo de qué puede arrastrar a un oficial de la Policía Nacional a convertirse en agente corruptor de sus compañeros, incluso para inducir a otras funcionarias de la institución a ejercer la prostitución o el proxenetismo.



