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El próximo 9 de julio vencen los tres meses que la administración Trump dio para adelantar negociaciones y llegar a acuerdos con las decenas de países a los que les aumentó aranceles en distintos porcentajes. Son muchas las tratativas abiertas e incluso ya se anunciaron pactos preliminares con China y Reino Unido, mientras que con la Unión Europea las posturas permanecen lejanas. También asoma humo blanco con las delegaciones comerciales de otras naciones.
En el caso colombiano, en el que la Casa Blanca anunció un sobrearancel general del 10 %, poco o nada se sabe del estado de las negociaciones bilaterales. Y tampoco sobre la tarifa del 25 % aplicada al acero y al aluminio, con sus productos derivados.
A mediados de abril hubo una primera reunión entre el embajador y la entonces ministra de Comercio Exterior (e) colombiana con la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos. Luego se pactó otro encuentro para finales de ese mes en Bogotá. Se supone que los diálogos han continuado.
Sin embargo, nada se ha dicho sobre posibilidades de un acuerdo. Incluso, en entrevista con EL NUEVO SIGLO esta semana, el presidente de la Asociación Nacional de Comercio Exterior (Analdex) alertó que no hay información sobre los resultados de los acercamientos entre las delegaciones bilaterales, ni tampoco se han anunciado “avances sustantivos” ni un canal formal de negociación, lo que genera mucha incertidumbre.
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Ese gremio urgió establecer cuanto antes una hoja de ruta clara y coordinada que permita una interlocución efectiva con Estados Unidos. También advirtió que la interinidad en la cartera de Comercio Exterior y las controversias políticas entre ambos gobiernos pudieron dificultar construir un escenario más propicio para avanzar acuerdos. La enfática reacción de la Casa Blanca frente al posible ingreso de Colombia a la Ruta de la Seda china es un ejemplo de ello.
A finales de mayo, en un debate en el Congreso, la Cámara Colombo Americana también pidió al Gobierno socializar los avances, gestiones diplomáticas y escenarios posibles frente al arancel del 10 % que, si se mantiene o no es morigerado, afectaría 15 mil empleos, la balanza comercial y el crecimiento económico del país.
A esto se suma que otros gremios alertan que el Ejecutivo no los convocó para apoyar las mesas técnicas o, al menos, para enterarlos sobre las tratativas.
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Es urgente una negociación equilibrada. Estados Unidos no solo es el destinatario de la tercera parte de las ventas externas de nuestro país (creciendo incluso un 15 % entre enero y marzo), sino que las importaciones desde esa potencia sumaron más de 5.500 millones de dólares entre enero y abril. Preocupa, además, que, según el Banco de la República, la inversión extranjera directa estadounidense en Colombia decreció 31 % en el primer trimestre.
Como se ve, es un tema de fondo el que ahora debe definirse contrarreloj. El mutismo de la Casa de Nariño alarma, ya que parece más imbuida en la agitada agenda política interna que en desactivar el riesgo de un cortocircuito con el principal socio comercial del país.



