En medio de una nube de humo, el libretista más exitoso de la televisión colombiana nos mostró su libreto más oculto. De novela.
¿Qué apodo tenía en el colegio?
Me decían ‘el abuelo’, siempre aparenté más edad. Nací viejo.
Un aroma de su infancia.
El olor de las crayolas, el de algunas loncheras nuevas y perfumes, muchos perfumes.
¿Cuál sería su final ideal?
Un infarto fulminante, después de una noche de licor y música, con la gente que amo, celebrando que le dejé solucionado el camino a mis hijas y a la gente por la que respondo.
¿Qué le sobra a la televisión colombiana?
Tanta telenovela.
¿Y qué le hace falta?
Series. Las telenovelas absorbieron todo y no están dejando espacio a un género más profundo, mejor realizado y donde se recreen temas sustanciales para el país.
¿Quiénes son mejores amigos, los hombres o las mujeres?
Por volumen, y en muchos casos por afinidad, tengo más amigas que amigos.
¿Para qué sirve la belleza?
A mí, particularmente, me sirve para hacer historias sobre feas.
¿Cuál es su principal fortaleza?
La resistencia. Trabajo día y noche.
¿Cuántas horas duerme?
Cinco, máximo seis horas, aunque los domingos soy algo menos que un vegetal tirado en una cama.
¿A qué le teme?
A lo que tememos y odiamos los colombianos: el secuestro. No por mí, sino por la gente que amo.
Un viaje inolvidable.
Cuando a los veintitantos años recorrí Europa con muy pocos pesos en el bolsillo.
El programa de TV que no se pierde.
Hasta que la plata nos separe. Lo veo de pie, como un director técnico ansioso y temeroso por el resultado de su equipo.
¿Qué intentó aprender y no pudo?
A tocar un instrumento musical (ni siquiera guacharaca) y fracasé como nadie intentando aprender japonés.
Una pérdida irreparable.
Jaime Garzón, indiscutiblemente.
¿Cuál es su felicidad perfecta?
La felicidad puede corresponder a la nostalgia, la bella nostalgia.
¿Qué admira de un actor?
Que se ganen la vida materializando los sueños del escritor. A ellos les pagan por hacer eso y a mí por imaginármelo.
¿Qué le incomoda de la moda?
Que nunca he podido estar a la moda. Soy felizmente anacrónico.
¿Qué le haría quitarse el bigote?
Una obra de beneficencia. Está a disposición.
¿Qué es lo peor de los borrachos?
Los reiterativos, los nostálgicos de sus antepasados millonarios, los coquetos rechazados pero persistentes y, desde luego, los violentos.
¿Y lo mejor?
Los borrachos son como los niños: nunca dicen mentiras. Si quieres conocer una persona a fondo, emborráchala.
Si fuera Presidente por un día ¿qué sería lo primero que haría?
Botarme por una ventana.
¿Con quién le gustaría sentarse a tomar unos tragos?
Con el presidente Uribe. Si logro emborracharlo, de pronto lo convenzo de que nos gobiernen las mujeres.
¿De qué puesto lo han echado?
De El Tiempo cuando era reportero. Admito, no era el mejor, pero adoraba el periódico y le debo mucho a Rafael Santos.
¿Dónde tiene el ego?
Guardado en una caja fuerte con una clave que ya olvidé.
¿Qué es lo que más lo hace reír?
Aunque mi novia y mis hijas me critiquen, todavía me divierto mucho con Los tres chiflados.
¿A qué ritmo va su vida?
A 22 capítulos de media hora y 12 noches de bar al mes.
¿Qué es lo mejor de los bogotanos?
Que ya quedamos muy pocos, que ya no somos el estereotipo que odiaban los costeños, que ahora somos más colombianos, que se acabaron los arribismos…
¿Cuál es su parte más cosquillosa?
Si esta revista no fuera de carácter familiar, le contestaría.
¿Qué le daña el genio?
La gente lenta, poco comprometida, carente de iniciativa y de pasión. ¡No los soporto!
¿Dónde está su punto G?
Es muy fácil de encontrar. En la calle 94 con carrera 11.
*Esta entrevista fue publicada el 10 de julio de 2006.
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