

Donald J. Trump, presidente de los Estados Unidos.
Agencia EFE
Si Donald Trump es el presidente políticamente incorrecto, al menos es económicamente acertado. Para los estadounidenses, por encima de su talante retador y buscapleitos, lo importante es que la economía de su país está repuntando después de largos años de mediocridad y estancamiento.
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El PIB creció 2,6 % en el último trimestre de 2017. La Bolsa de Nueva York y otros mercados de valores vienen reportando fuertes ganancias y el Dow Jones empezó a subir impulsado por la aprobación en el Senado de la propuesta de Trump de reforma fiscal.
Analistas coinciden en que el repunte de los indicadores económicos estadounidenses se debe a que la economía de ese país ya estaba recuperándose a finales del gobierno de Obama.
Julio César Alonso, director del Centro de Investigación en Economía y Finanzas de la Universidad Icesi (Cienfi) admite que esas cifras en alza se deben a que las medidas y promesas de Trump han sido bien recibidas por el sector privado. “La reforma tributaria redujo los impuestos a los empresarios y los mercados están reaccionando y dinamizando la economía”, dice el analista.
Esta reforma fiscal alentó el regreso de más de 3083 contribuyentes, entre personas naturales y compañías estadounidenses que tienen dinero fuera de su país y se acogieron al programa de repatriación de capitales impulsado por el gobierno federal, que podrían devolver hasta US$400.000 millones a Estados Unidos.
Esa repatriación de capitales, liderada por Apple, del área de tecnología, y Toyota Motor y Volkswagen, del sector automotor, parecen estar impulsando la economía. No obstante, Alonso critica que el de Trump “es un gobierno muy benevolente con el sector corporativo, así que la clase media no verá reflejado este crecimiento, por el pago de impuestos”.
De hecho, la edición 48 del Foro de Davos (Suiza), comenzó el martes pasado con un llamado a la cooperación y las reformas de organizaciones globales para contrarrestar el proteccionismo surgido de la mano de Trump.
Esa política proteccionista le permite al sector privado de
EE. UU. la repatriación de sus capitales, con bajos impuestos. “Eso ya ha puesto la tasa de competitividad de EE. UU. a la par con la de otros países y los mercados lo están leyendo bien”, comenta Alonso.
Otra visión tiene el economista Julio César Escobar. Para él, esta economía en alza es más un golpe de suerte de Trump que el resultado de alguna acción o decisión fiscal del mandatario norteamericano. De hecho, Ford, General Motors y Chrysler ya habían abandonado México en 2016 para trasladar sus plantas a su país y la economía estadounidense ya venía mejorando desde el último año de la era Obama.
“Este repunte no se debe a Trump, sino a los inversionistas del sector privado que compraron petróleo barato cuando su precio cayó a US$30 y lo pusieron a esperar en unos barcos cisterna. Y ahora que el precio del combustible volvió a subir, ellos empezaron a venderlo a buen precio y esto les reporta utilidades”, explica Escobar.
En opinión del analista, es gracias a esas petroleras que esa economía muestra buenos indicadores. A ello también han contribuido ramas del sector privado como el de las tecnologías, cuyas acciones han tenido crecimientos significativos en las bolsas de valores.
De ahí que Escobar considere que el crecimiento sea mayor a escala internacional que nacional. Es decir, que el consumo en los hogares estadounidenses está creciendo al 2 %, o sea, a una tasa más baja que la del crecimiento internacional, la cual está al 3 %. Si bien el crecimiento interno del tercer trimestre de 2017 fue de 3,2 %, en el último trimestre del año pasado cayó a 2,6 %.
Alonso admite que en el consumo interno de EE. UU. hay mucho espacio para crecer aún, pero destaca que el sector privado se está revitalizando y eso está generando empleos, no se están destruyendo empleos en el corto plazo. La tasa de desempleo de EE. UU. está en 4,1 %, cuando Obama la dejó en 6 %.
Y el crecimiento del PIB, de 0,8 % en los dos últimos trimestres de 2017, se debe más a la inversión del sector privado. Alonso reconoce que el mercado de capitales y el Dow Jones van en alza y “el PIB no es el mejor, pero tampoco es el peor y va con ritmo decente para lo que se esperaba”.
Claro que Escobar comenta que esta tendencia positiva se ha dado a la sombra de las decisiones fuertes y amenazantes de Trump (la industria automotriz volvió sopena de subirles los impuestos de los vehículos al entrar al mercado estadounidense), que pueden tener un efecto psicológico, pero no por decisiones políticas importantes en economía.
“No ha podido tumbar el Obamacare, Trump es un presidente muy de buenas, porque Obama tomó mejores decisiones sociales, así que estos son resultados de la buena política anterior”.
Y pareciera que los mercados no se dan por enterados de las declaraciones inoportunas y provocadoras de Trump, porque no se las están cobrando al gobierno y que solo ven al empresario que levantó su imperio muchas veces de la quiebra. “Solo están viendo lo positivo y no la retórica agresiva de Trump, algo favorable porque uno creería que eso causaría más inestabilidad”, dice Alonso.
Pero no todo es color de rosa, pues el analista prevé nubarrones porque no está claro si esta baja de impuestos genera desequilibrio y todos los diagnósticos muestran que la infraestructura requiere inversión y ampliación. “Así como hay buenas señales, también las hay adversas, es lo que está en juego para este año y para el 2019, sentencia Alonso”.
Y para Colombia, no es tan bueno porque Estados Unidos volvió a ser atractivo porque son más caros los impuestos en Colombia que en su país. “En una economía globalizada, ese repunte le quita espacio a las economías pequeñas como la nuestra”, concluye Alonso.