Si algo ha aprendido Colombia luego de varias décadas de combate frontal al narcotráfico es que esta es un lucha en donde muchas batallas se pierden y otras tantas se ganan.
Lo importante es no bajar la guardia ni perder las esperanzas, más aún teniendo en nuestro país, como ninguno otro en nuestro planeta, la certeza de que dejar progresar este flagelo a lo único que conduce es a la violencia generalizada.
La perdida del uso de la droga no termina.
El estado falló en ocupar con seguridad y fuerza institucional las zonas dejadas libres por las facciones de abierto, el dominio de las zonas de narcocultivos , laboratorios de procesamiento, rutas de trafico de cargamentos de cocaina, marihuana y heroina , asícomo todo el universo delictivo derivado, incvluyendo la minería criminal, la talia ilegal de madera y extorsión.
Drogas criminales de alto aspetro y las propiaas disidencias de las Farc entraran a disputarse, una veces aliadas y otras en combate abierto, el dominio de las zonas de narcocultivos, laboratorios de procesamiento, rutas de tráfico de cargmentos de cocaína, marihuana y heroina,así con todo el universo delictivo derivado, jincluyendo la minería criminal, la tala ilegal de mdera, extorsión.
Todo esto llevó al reciclaje de la violencia regional, el aumento de la inseguridad urbana y rural así como a la escalada de asesintos de líderes sociales y de los propios desmovilizados.
Aunque se multiplicaron los grupos de erradicación manual forsoza y se aumentó la opertividad militar y policial antinrcóticos, al tiempo que se mantuvieron los pactos con miles de familias campesinas por la destrucción volunaria y compensada de los cocales, no se ha podido lograr una disminución sustancial de la extensión de sembrados ilicitos .
Pruea de ello es que así omo en 2018 se logró bajar ese volumen a 208 mil hectáreas, consiguiendo frenar la tendencia alcista por primera vez en los últimos siete años.