Según el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, en 2017 Colombia registró más de 45.643 casos de violencia intrafamiliar, de los cuales 64 % corresponde a episodios violentos en pareja.
Golpes, ataques sexuales, empujones, insultos, daños emocionales e incluso aislamiento social, constituyen los distintos tipos de maltrato.
El Valle fue el tercer departamento en el que más casos de maltrato
conyugal se presentaron, según el boletín estadístico mensual de Medicina Legal. Bogotá (Cundinamarca) y Antioquia ocuparon el primer y segundo lugar, respectivamente. El compañero permanente es el principal agresor en el 57 % de los casos, seguido del excompañero en el 34 % de los casos.
Los maltratadores o agresores pueden ser tanto hombres como mujeres. Según su comportamiento, se dividen en dos grupos: abusadores situacionales y caracterológicos.
Para el psicólogo clínico Luis Eduardo Peña, los abusadores situacionales ejercen un maltrato leve o moderado que surge únicamente en un contexto específico, como una discusión. “Suelen ser personas sensibles que reaccionan de mala manera frente a situaciones en las que se sienten desafiados, contradichos, inseguros o retados”, explica.
Es decir, insiste Peña, sus episodios de violencia no son permanentes ni recurrentes y aunque suelen mostrar arrepentimiento por el abuso perpetrado, son susceptibles a replicarlos una y otra vez en cuanto se presente una situación en la que se sientan retados, desafiados o burlados. Gritos, empujones, zarandeos, insultos, manotadas, amenazas con terminar la relación y romper o tirar objetos, son las reacciones generadas por este tipo de agresores.
“Los abusadores situacionales pueden ser tratados y tienen altas probabilidades de lograr una rehabilitación exitosa siempre y cuando estén comprometidos con el proceso”, dice el especialista.
Mediante la psicoterapia se busca brindar un espacio que principalmente garantice la seguridad de la víctima, determinando el riesgo que corre su integridad física. Luego se determina el tipo de agresor al cual se está enfrentando para establecer qué clase de tratamiento se debe seguir, ya sea individual, en pareja o una mezcla de los dos, y así evitar posibles casos de maltrato conyugal o intrafamiliar.
Sin embargo, para los abusadores caracterológicos las posibilidades de rehabilitación son casi nulas. El maltrato que ejercen se extiende a todas las facetas de su pareja, trabajan arduamente para aislar a su víctima de sus círculos familiares y sociales, con el fin de ejercer sobre ella total control.
En su mayoría son hombres que se caracterizan por ser personajes agresivos, sexistas y se consideran superiores a la mujer. Para el maltratador caracterológico su pareja es la directa responsable del maltrato físico ejercido, por ello él no asume su responsabilidad ni muestra arrepentimiento. Amenazan a sus parejas, las golpean, les prohíben tener contacto alguno con sus amigos o familiares e inclusive tener trabajo, son controladores y humillantes.
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Su violencia es patológica, está arraigada a ellos por situaciones que pueden ir desde lo biológico, pasando por lo psicológico hasta llegar a lo sociocultural, padres maltratadores o sexistas, exposición temprana a la violencia intrafamiliar o abandono, etc.
“Estos comportamientos los clasifican como unos verdaderos psicópatas, con marcadas tendencias criminales que pueden poner en riesgo la vida de la víctima”, sostiene Peña, y agrega: si usted conoce a personajes con este perfil, aléjese lo más pronto.
“Llegamos a urgencias y mi tía estaba inconsciente y con el tabique fracturado. No era la primera vez que su esposo la golpeaba. Mi familia y yo empezamos los trámites para entablar una demanda. Apenas se despertó, nos rogó que no siguiéramos ayudando. Y lo buscaba y lo llamaba. Fue algo vergonzoso ver cómo una persona se negaba a reaccionar y prefería perder hasta su propia vida”, cuenta Elizabeth Montaño.
Comportamientos como el anterior se producen en gran parte de las víctimas de maltrato, quienes también requieren ser tratadas.
Para la psicóloga y sexóloga Giovanna Díaz es importante reconocer este tipo de características desde el noviazgo o incluso las primeras citas. “Las personas tienden a creer que podrán cambiar la conducta de su pareja y la realidad no puede estar más distante”, afirma.
Exigir contraseñas de redes sociales, prohibir amistades, establecer horarios de salida o controlar la vestimenta de la pareja son los primeras señales de alerta de un agresor en potencia.