COLUMNA DEL ABOGALDO, ESCRITOR Y PERIODISTA, LUIS GRCIA QUIROGA

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El frenesí del whatsapp

Confieso que soy un dinosaurio digital más o menos activo en Facebook, tweeter y whatsapp. Yo creí que de mi generación éramos muy pocos pero oh! sorpresa. Tengo numerosos amigos acumulando más de los 50 años, no obstante, mantienen actividad frenética de redes sociales, en especial en los chat de whatsapp.

Después de las 9 p.m. soy incapaz de enviar un mensaje por ese maravilloso canal de comunicación. Ellos no. Son infatigables y en no pocas ocasiones insufribles, pero soy también además de muy tolerante, comprensivo con la epidemia nacional que los afecta: ese otro frenesí que se llama elección presidencial.

Soy alérgico a ventilar mi opinión sobre candidaturas presidenciales. Un departamento como el nuestro solo es importante en época electoral y aportando al fisco. Cuando suben al poder,  pretenden comprarnos el aeropuerto por $17 mil infelices millones, nos niegan un avión militar que traiga las jirafas; prometen plata para la vía de acceso occidental al aeropuerto y se hacen los locos. De sobremesa, cuando un presidente nos da la mano de verdad, hacemos leña del árbol caído.

Sería genial que con la misma emocionalidad y tenacidad con que en esta temporada electoral se están usando hasta la fatiga las redes digitales para hablar de Petro, Vargas, Duque, Fajardo, Viviane y De la Calle, ojalá también lo hiciéramos para el debate de los asuntos de interés local.

Deberíamos usar las redes sociales para proponer nuevas ideas locales; para poner de relieve y visibilizar las malas y también las buenas acciones. Mover a la opinión risaraldense en torno a las necesidades sentidas de las comunidades y también destacar los logros que nos hace grandes en el deporte, el empresariado, la academia, el buen gobierno. ¿Por qué no? Quizás lo que nos falta sea el reconocimiento del otro y conocimiento sobre nosotros mismos como ciudadanos y como sociedad.

Con mis compañeros del bachillerato estamos en un chat de veteranos y hace días colgué un banner que dice “No vale la pena perder amigos por causa de las opiniones políticas”; otro chat lo monté hace tres meses un domingo cuando trotaba por el sendero ambiental de la Carder en la Avenida Sur, con el ánimo de que mis contactos (así se les dice hoy a los amigos en la red) siguieran esa línea de comunicación destacando esas cosas que nos sorprenden como ciudad y como ciudadanos. Inútil, por ahora.

Salvo algunas contadas excepciones, la emotividad electoral que algunos llaman fanatismo político, nos impide ver el bosque. Esperemos pues, que pase el ruido político nacional y aterricemos en el suelo donde cada noche buscamos la cama con la esperanza de ver un nuevo amanecer.