La relación institucional de Pereira y Dosquebradas está marcada al mejor estilo de la indiferencia con que conviven dos vecinos que solo se encuentran en el ascensor.
Cada loro en su estaca. Así funcionan los dos municipios, los dos alcaldes, las dos cámaras de comercio y toda la institucionalidad paralela metropolitana. Es fiel copia del egoismo, indiferencia e individualismo que gangrena a las organizaciones que tienen cada vez mas dificultades para que su gente sea menos territorial y trabaje en equipo y enfocada en objetivos comunes.
En virtud de la conurbación y de que, además de compartir con Pereira un amplio territorio en la Cuenca del Otún, la quebrada Dosquebradas es tributaria de una enorme carga contaminante al río Otún, no hace mucho en la Mesa Cívica del Agua se propuso incorporar a Dosquebradas a los propósitos comunes de gestionar y hacer campañas en la defensa del agua que compartimos. “Con Dosquebradas no, porque nunca pueden o nunca quieren”. Con cierto pesar, esa fue la expresión consensuada.
Y esa es la visión dominante, la verdad sea dicha, excluyente de lado y lado, porque en Pereira tampoco se han observado esfuerzos de integración en asuntos claves para los ciudadanos a quienes no les importa el efecto político sino la efectividad del gobierno. Pereira tiene prohibición de motos con parrillero hombre y Dosquebradas no. Pereira tiene restricción de horarios en bares, Dosquebradas no. Pereira tiene 114 agentes de tránsito que no dan abasto y Dosquebradas cuya movilidad colapsa, apenas 14.
Ojalá el Acuerdo aprobado por el Concejo de Pereira a iniciativa de Jaime Duque, que acaba con las ambulancias carroñeras y regula el servicio de atención de emergencias, se aplique en Dosquebradas y no tenga el mismo destino de, aquí sí y allá no, como ocurre con la regulación protectora del medio ambiente en el POT de Pereira que convierte a Dosquebradas en una colmena.
Que alguien me refresque la memoria, pero no recuerdo en varias décadas, una acción colectiva contundente de apropiación y sentido de pertenencia por el territorio de la mal llamada Área Metropolitana, institución que terminó en un nido burocrático porque ni siquiera como autoridad de transporte se siente, ni se ha sentido.
Siento cierta alegría porque en estos días se reunen los concejos municipales de ambas ciudades para buscar acuerdos en temas cruciales de integración en movilidad vial y otros problemas que exigen superar los protagonismos y demás vanidades, para que prevalezca la implementación de soluciones orientadas a mejorar la competitividad, el bienestar y la calidad de vida de la población. Veremos de qué son capaces.
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